Por: Victor Simón
Diversos estudios señalan que este tipo de embarcación es de procedencia vikinga. Fue introducida en las Rías Baixas, probablemente como copia a menor escala del drakkar, durante las frecuentes invasiones vikingas que pretendían asediar Santiago de Compostela en la Alta Edad Media.
La dorna es la embarcación gallega por antonomasia, fácilmente reconocible, que lleva surcando la Ría de Arousa desde hace más de 700 años. Su aparejo es sencillo y racional compuesto por una quilla honda y afilada que le aporta un gran calado. Su casco se compone de 5 pares de tablas donde las superiores se superponen a las inferiores. Este método se conoce como construcción en tingladillo. Los elementos más llamativos de una dorna son: la proa vertical que se eleva por encima del agua, rematando en pico, y una la popa lanzada, con gran inclinación hacia atrás. Lleva un gran timón que se prolonga por debajo de la quilla. Vista de perfil, la dorna tiene la proa redondeada y la popa pequeña, chata e inclinada. En la costa gallega dominan las embarcaciones de ascendencia mediterránea por lo que la dorna constituye una verdadera singularidad con una personalidad claramente diferenciada. Sus extremos son simétricos aunque muchas han sufrido alteraciones para integrar un motor fueraborda en la popa, pero hasta los años 60 su desplazamiento dependía exclusivamente de los remos y la vela. además de la pesca, una de sus actividades fundamentales fue el servicio de transporte con pequeñas rutas comerciales. Especialmente en Sálvora y Ons, ya que su comunicación con el continente dependía de las dornas. Asimismo, la variedad de tamaños evidencian que no todas las dornas se dedicaban a lo mismo.
Existen varios tipos.
DORNA DE TOPE
Se trata de una variante especial debido a la técnica constructiva que le da nombre. En lugar de superponer las tablas que conforman el casco, estás van arrimadas y apretadas unas contra otras, lo más habitual en las embarcaciones gallegas. Con esta variación, nos encontramos ante una dorna más redondeada y bastante barriguda con mayor flexibilidad constructiva y que, por lo tanto, tiene variedad de tamaños (normalmente de entre 5 y 7 metros de eslora). Por lo demás, mantiene los elementos representativos de cualquier otra dorna aunque fue la que mejor adaptación tuvo al motor intraborda.
DORNA POLBEIRA O PULPEIRA
Es la tipología más común. De pequeña eslora (entre 4,5 y 5 metros) y pensada para el interior de la ría, puede ser manejada por una sola persona. Se dedica a la pesca del pulpo, de ahí su denominación, pero también se capturan otras especies con línea o para el marisqueo a flote. Este subtipo participa en numerosas regatas de vela y remos.
DORNA XEITEIRA
La xeiteira, por el contrario, era una dorna de gran tamaño con tripulación de entre tres y ocho personas diseñada para salir a mar abierto, más allá de la bocana de la ría. Su nombre se corresponde con el arte del xeito (arte de enmalle de deriva) para la pesca de la sardina, el jurel o el bocarte. Pero también se utilizó para el transporte de pasajeros y mercancías.
DORNA MECA
La meca se deferencia por tener la proa caída (lanzada) hacía delante y una eslora de 7 metros, siendo la variedad más alargada. Su nombre derva de su origen, pues fueron ideadas y construidas en los astilleros de O Grove desde donde se extendieron a otros puertos. Y aunque el gentilicio de este pueblo arousano es grovense, sus habitantes son más conocidos como mecos y mecas por una leyenda que nos retrotrae a la sociedad feudal.
DORNA NAI
Se trata de la modalidad más moderna ya que fue creada en los años 50 del siglo XX con propósitos de recreo y deportivos. Disponían de bañera y cabina al estilo de un crucero de recreo. Popularmente eran peor consideradas al calificarse como barcos de “señoritos” frente a las dornas tradicionales de los marineros humildes. Y a pesar de que llegó a haber más de una treintena, hoy conservamos dos: la Nai, recuperada por la Cofradía da Dorna de Ribeira, y la Surfeira, en manos de los Amigos da Dorna de Portonovo.
Según Staffan Mörling, gran estudioso dorneiro, la construcción de dornas no reflejaba una producción urbana, sino rural. Tanto los constructores como sus clientes formaban parte de una misma y modesta clase social. Lo que no significa que todos fuesen pobres, pero si que integraban una cultura muy definida.
El propio aspecto de la dorna era una manifestación del grupo social. Por eso cuando, en 1993, una orden de la Dirección de Marina Mercante mandó pintar todas las embarcaciones pequeñas de blanco, amarillo o rojo, tuvo lugar una sonada protesta, especialmente en la Illa de Ons. Los isleños pidieron una exención local de dicha orden para poder mantener los colores tradicionales: la obra viva en blanco y la obra muerta en negro. Se trataba de una seña de identidad ya que las primeras dornas estaban pintadas así por el negro del alquitrán y la grasa blanquecina de sardina que se utilizaban para el acondicionamiento de las embarcaciones.
En lugares como Ribeira, la dorna es un símbolo que satisface la necesidad de una identidad colectiva y cultural. La Fiesta de la Dorna era, tradicionalmente, un asunto que interesaba a todas las capas sociales. Tenía una función caritativa (que se mantiene aunque de forma diferente), una verbena popular y un baile en el casino al que se accedía por invitación. Hoy es Fiesta de Interés Turístico de Galicia que aspira a tener cada vez una mayor presencia de embarcaciones tradicionales.
Las motivaciones de los dorneiros están lejos del contexto en el que se desarrollaron originalmente dichas embarcaciones pero la labor de asociaciones y particulares las mantienen vivas y con esperanza en el futuro. Sobre todo porque viene de aprobarse, en mayo de 2019, el decreto por el que la carpintería de ribeira, y por tanto las embarcaciones tradicionales, pasa a ser consideradas Bien de Interés Cultural Inmaterial de Galicia.
Después de la lucha contra vientos, mareas y tempestades, las dornas, y en general las embarcaciones tradicionales, merecen continuar formando parte del paisaje marítimo gallego.
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