
Ser un Brontosailor es un mero ejercicio de nostalgia. De vez en cuando programamos actividades y reuniones por el puro placer de vernos y recordar tiempos pasados y que nos parecen más divertidos, aunque en realidad, los divertidos éramos nosotros.
Con esta idea, un grupito de antiguos monitores, trasladados hace tiempo a vivir a Alcocebre, en Castellón, nos propusieron en otoño pasado una reunión de Brontosailors en su tierra. Bien acogida la idea, pasamos a buscar fecha y a ponerla en práctica.
Las fechas elegidas fueron de 25 a 28 de mayo, sabiendo que el domingo 28 teníamos que volver a Madrid para votar. Además, el tiempo pintaba francamente tormentoso, en este fin de primavera loco que hemos tenido. No obstante, para allá que fuimos un grupo de quince atrevidos y me consta que se quedaron con las ganas unos cuantos más por diversos motivos.
El programa era sencillo, vernos, comer juntos, recordar batallitas y comprobar como estamos con el paso de los años. Y además, conocer Alcocebre y hacer algunas actividades gastronómicas, festivas y náuticas incluso, aunque muy relajadas estas últimas.
Todo ello se consiguió con creces, cumpliendo el apretado programa con la inestimable ayuda de los locales, Reyes y Marisa Durante, Fernando Delgado y Alejandro Herrador, y teniendo un poco de suerte con el tiempo.
El jueves 25 hubo comida de acogida, reparto de los estupendos apartamentos y cena en la que ya llegaron todos y hubo muchos reencuentros. El viernes 26, después de un paseo por la costa y el puerto bajo la lluvia, pasamos a comer al Restaurante Atalaya, propiedad de una hija de Marisa y Alejandro y flamante estrella Michelin, donde degustamos un largo y sofisticado menú preparado especialmente para nosotros. Y después teníamos preparada una navegación, pero el tiempo y la digestión no lo aconsejaban y lo cambiamos por una subida a la Sierra de Irta y a su ermita, con unas vistas impresionantes. La cena ya fue básicamente una degustación de cervezas para acabar la digestión.
El sábado 27 fue el día estrella del viaje, por la mañana sacamos de puerto los numerosos barcos propiedad de los locales y de los que tienen casa allí, que somos varios, y hicimos una navegación costera por el parque marino de Irta. Y posteriormente, pasamos por la finca de Fernando y Reyes, llamada La Remonda, donde había en preparación una paella espectacular, precedida, y seguida, de innumerables manjares y acompañada por cerveza y vino abundantes, en una mesa para veintiún comensales, finalizando con queimada, conxuro, muñeiras, baile y abundantes gin tonics, hasta bien entrada la noche.
¿Lo mejor? La convivencia, los reencuentros, las conversaciones “de verdad”, sin redes sociales, el relato del tiempo perdido desde que nos dejamos de ver, no tanto por parte de los habituales Brontosailors, Quique, Olga, Juan Abad, Medina, Luis y Nená, José Manuel y Lola y Maite y Alfredo, que nos vemos más a menudo, como de los “exiliados” por todas partes: Bertrand Gontier y su mujer, Jesús Barrera, Isabel Solabre, Cacho y Jorge Herrador y por supuesto, los anfitriones, que estuvieron siempre pendientes de hacernos la visita inolvidable.
En resumen, una experiencia que mereció mucho la pena por todo lo ya relatado y que todo el mundo disfrutó a fondo y prometió intentar repetir la próxima primavera.
Y cierro con esta reflexión: la vida te tiene siempre ocupado, pero las rutinas no te deben hacer olvidar lo importante: disfrutar de los amigos, y más como en este caso, en un lugar privilegiado, al que sin duda volveremos.
Las fotos de WhatsApp estan desordenadas.
Deja una respuesta